miércoles, 6 de agosto de 2014



                                  INCREIBLE, PERO CIERTO

                                                  

Aquella mañana –hará cosa de un mes- transitaba Anselmo con su moto por Juan Carlos I. Había pedido permiso en su trabajo para resolver un asunto por la zona del Zig-Zag. No sabiendo donde aparcar la moto, y pensando que sólo tardaría unos minutos,  se le ocurrió dejarla junto a la pared de un bajo de los que siguen cerrados desde que se acabó la obra. Se fijó en las pintadas que afeaban el tabique de ladrillo y en que no había ningún establecimiento al que pudiera molestar. “La acera es ancha –consideró por otro lado- y aquí no estorbará a los transeúntes”. Se fue tranquilo a realizar su gestión, que duró menos de lo que esperaba. Cuando regresaba por el paso de peatones vio que un joven con un perro observaba detenidamente su moto mientras hablaba por el móvil. Al dirigirse a su vehículo, el extraño individuo le preguntó:



-         ¿Es suya la moto? –Anselmo lo miró (fue un golpe de flash) y vio que era hombre joven, con gafas de sol, aspecto de señorito y cierto aire de superioridad.

-         Si, ¿qué desea? –le contestó.

-         Un momento – volvió el del perro a dirigirse a su interlocutor telefónico-. No mandéis la grúa, que está aquí el dueño y parece dispuesto a colaborar. De todas formas, vosotros podéis venir si lo estimáis conveniente -daba la impresión de que hablaba con la policía y lo hacía como quien domina la situación. 



Al oír tales cosas, Anselmo preguntó lleno de asombro:



-         Pero bueno, ¿qué pasa, le molesta a usted la moto?

-         Espera, espera –reaccionó el del móvil como el gato al que le pisan la cola-, que me parece que el hombre está borracho… Sí, sí, está bebido... Bien, lo que vosotros decidáis. Adiós –y guardó el teléfono.



Mi amigo Anselmo, que jamás ha tenido enfrentamientos con nadie, interpeló a aquel hombre guardando siempre –que así se lo enseñaron- la debida compostura:

.

-         ¿De dónde saca usted que yo estoy borracho? ¿Pero le he hecho algo para que se meta así conmigo? 

-         Es que este local es mío y usted no tiene por qué poner la moto delante –respondió el lechuguino en un tono como si le estuvieran allanando su finca.

-         Pero si la moto está en la calle y no estorba la entrada a ningún sitio. Está junto a la pared y aquí no hay  vado, ni persiana ¿Es que va usted a meter el coche?

-         Lo de meter el coche o no, es asunto mío. Este es mi local y no quiero su moto aquí delante. Y punto.



Anselmo no acababa de creerse lo que le estaba ocurriendo, y, viendo lo inútil de seguir hablando con quien se comportaba de forma tan absurda, arrancó la moto y siguió en dirección norte por la importante avenida. Pero a los pocos segundos empezó a oír una sirena y vio con estupor que un motorista de la policía municipal se ponía a su altura indicándole que parara.



-         ¿Es usted el que tenía la moto en la acera? –le preguntó el guardia.

-         Si, señor, soy yo. Pero la moto no estorbaba a nadie y sólo he tardado unos minutos.

-         Ya, pero yo no le paro por eso, sino porque, según una denuncia, está usted borracho. Ahora que hablo con usted, diría que no lo está, pero ante la denuncia, me veo obligado a hacerle la prueba de alcoholemia.

-         Por mi parte no hay problema –dijo Anselmo-, pero si sale negativo, quiero que  me diga el nombre de quien me ha denunciado, pues ahora voy a ser yo quien lo denuncie a él por falsedad y por el daño que me está causando.

-         Lo siento, pero no estoy autorizado para darle nombres.



El resultado fue como era de esperar, pues Anselmo sólo había tomado esa mañana café con leche y una madalena. A todo esto, oyó un clamor de sirenas y vio cómo otros cinco motoristas se aproximaban al lugar.



-         ¿Todos estos vienen a por mí? –dijo Anselmo a punto de un ataque de ansiedad. No le dio un infarto porque está acostumbrado -desde que nació hace cuarenta y dos años- a afrontar las situaciones con entereza.

-         Sí –le contestó el guardia-,  vienen por usted y creo que se están excediendo.

-         Pues si vienen a por mí, me tiro ahora mismo al suelo y que hagan conmigo lo que quieran –exclamó sintiéndose víctima de un intolerable atropello.

-         ¡No, por favor! No se tire al suelo que no le va a pasar nada –le rogó el municipal, convencido ya de la injusticia y deseoso de dar por zanjado el asunto.



Cuando se acercaron los cinco motoristas, su compañero les explicó lo que pasaba. Uno de ellos preguntó por el denunciante y, al ver quien era (que seguía cerca de allí con su perro), hizo un gesto de fastidio mientras comentaba: “ah, pero si es otra vez ese i…” Y se fueron marchando no sin antes invitar a circular a los numerosos curiosos que, ante el despliegue policial, habían hecho corro para presenciar el espectáculo. Lo mismo hicieron con los conductores detenidos ante el semáforo que, movidos por la curiosidad, no se daban cuenta de que ya estaba en verde.



Anselmo le comentó al primero de los agentes su intención de volver al causante del agravio para pedirle explicaciones, pero se lo desaconsejó porque “podía liarle otra más gorda”. Así que, deshecho y humillado, con la sensación de haber sido ultrajado y pisoteado en su dignidad, cogió la moto y se marchó a casa. Habría podido denunciar el caso e incluso volver al individuo y arrearle un par bien dado, pero Anselmo conserva  en su adeene el miedo de  generaciones a rozarse con quien maneja poder, pues, aunque lleves la razón acabará haciéndote daño. Por eso, el único comentario que hizo a su mujer, cuando ésta le preguntó “qué te pasa que te veo pálido y desmejorao”, fue: “Ná, que esta mañana parece que me ha mirao un tuerto”.



Aunque parezca inverosímil, no es ficción este relato. Anselmo existe y él mismo me lo contó la otra noche; aún sangraba por la herida. Yo no paro de pensar quién será el personaje y cuán arrimado debe estar al poder, pues es capaz de mover un escuadrón de policías con sólo hacer una llamada. Y, por lo visto, no fue la primera vez. Por otro lado digo: una vez que se vio la falsedad de la denuncia y el consiguiente daño ocasionado a un inocente -además de distraer de sus obligaciones a las fuerzas del orden- ¿por qué no se le detuvo inmediatamente? Ni siquiera se le pidieron explicaciones Alguna conexión debe de tener con la autoridad –se le ocurre a uno pensar-. Semejantes atropellos son propios de otros tiempos felizmente superados. Y no estaría mal averiguar de quien se trata y, sobre todo, comprobar si realmente maneja algunos hilos, pues en ese caso habría que pedir responsabilidades a más de uno.

miércoles, 1 de mayo de 2013

PATRIA LEJANA

                      
PATRIA LEJANA
Me complacen los ecos  
de mi tierra
y me honro de ser vuesto paisano,
atiendo con lealtad
al don de los amigos
y a vosotros, mi familia,
os quiero con pasión,
mi vida cada día
es vida por vosotros;
mas sé que algunas veces
pensáis que estoy ausente,
abstraido 
cual si oteara remotos horizontes.
Y es verdad, pues tengo el corazón
en una patria lejana,
mi patria,
la patria que perdí
cuando todavía no había nacido.  



domingo, 28 de abril de 2013

MI TARJETA DE VISITA


        Foto de  Por los badlands de CAMPOS DEL RIO y ALBUDEITE
Paisaje de mi tierra



                

                              Tarjeta de visita
Mi expresión está hecha de la desnudez 
de la tierra. Vengo
de la escasez, de la sequía 
milenaria. Para mí
vivir es resistir
y me presto, mejor que a las palabras,
a la actitud permanente.


                                                                                                                   ***

martes, 23 de abril de 2013

AROMAS DE ETERNIDAD


       
AROMAS DE ETERNIDAD
Cuando veo los rosales                                
o los lirios del campo florecer
con el frescor del rocío
se me abre el corazón como una flor           
y no siento la edad,
y no siento la edad                                      
ni el tiempo;
y la brisa que aspiro al caminar
aromas trae de eternidad
y siento
la vida como un río de aguas claras
bajando
             la montaña
                              de la Historia,
y el rumor de las aguas
                                   al caer
es el eco de una bella canción
que esparce por mi valle la esperanza;
y no siento la edad,
y no siento la edad
ni el tiempo;
y la brisa que aspiro al caminar 
aromas trae de eternidad
y creo.  
                                                                                                              

                                                                                              

                                                     

miércoles, 17 de abril de 2013

A LOMOS DE UNA VIEJA MOTO




A LOMOS DE UNA VIEJA MOTO   
                  
No quiero contarlo    
como cuenta sus batallas
el abuelo al amor de la lumbre;
no quiero naufragar en los recuerdos
ni en el llanto por la juventud perdida;
no quiero ser un barco 
anclado en la nostalgia,
pero hoy he buceado en mi mamoria,
como en el fondo de un mar iluminado,
y he vuelto a encontrar tesoros íntimos
que quedaron sumergidos en el alma
como naufragios en el tiempo.
Y, como arrebatado por un impulso lírico,
he subido a la cumbre 
de mi pensamiento y he visto,
como si el tiempo no existiera,
el pasado y el presente confundidos.
Y he vuelto a vivir, como un poema épico,
el valor de aquellos camaradas
agigantado en el atardecer del recuerdo.
Aún los veo cabalgando
a lomos de una vieja moto,
despreciando la lluvia y el viento,
mensajeros del alba
y de la primavera,
como dos paladines los recuerdo,
Aquilino Zapata y Juan Serrano,
en el corazón del movimiento obrero.
Con sus frentes rozaban las estrellas
y en sus corazones
latía el alma de pueblo,
toda su juventud era una ofrenda
destinada a resonar en las conciencias
como íntimas sirenas por las fábricas,
como urgentes caracolas por los tajos.
A la luz tamizada de los años,
con los vientos en calma del recuerdo,
mientras subo la cuesta
de mi blanca colina
muchas veces revivo aquellos sueños
y veo a mis amigos
sobre la vieja moto
despreciando la lluvia y el viento.

Era el florecer de nuestros años mozos,
cuando la juventud se entrega
a los arrullos amorosos
y se fundan los cimientos
para afrontar el futuro,
pero nuestras almas cultivaban un sueño
de libertad y esperanza. Hoy,
cuando han pasado tantos años,
y cuando todo parecía muerto,
he mirado
hacia aquel sueño de juventud
y he visto flores y retoños,
flores y retoños con signos de lo eterno.
Y me he sentado en lo alto del collado
y, mientras contemplaba
como un mar de cenizas,
he sentido vibrar hasta en mis huesos
la enorme fuerza del volcán
y he visto muchas brasas
entre las cenizas de los sueños.

No siento nostalgia del pasado,
pero me gusta a veces volver la mirada
hacia aquel proyecto de futuro,
y el valor de aquellos camaradas
se me agiganta en el recuerdo
y los veo cabalgar sobre una moto
despreciando la lluvia y el viento,
Aquilino Zapata y Juan Serrano
en el corazón del movimiento obrero;
con sus frentes rozaban las estrelllas
porque en sus corazones
latía el alma del pueblo.

PARAÍSO PERDIDO




           
PARAISO PERDIDO            

Un día regresaré                                     
a la espiga y al naranjo,                                               
donde quedaron dormidos 
los proyectos más tempranos
y buscaré los amores
que mi partida lloraron.

El silbo del ruiseñor

en el temblor de los álamos,
arrullo de viejos sueños
que el tiempo ha petrificado
pondrá bálsamo a mi exilio,                                

olvido del tiempo amargo.


Iré a la orilla del río
y con la ilusión de antaño
haré con hojas de caña
media docena de barcos
y los pondré a navegar
hacia mis sueños dorados.

Ya me imagino el azud
con sus chorros plateados
y su zumbido profundo,
rumor de vida en el campo,
mientras los peces ensayan 
el definitivo salto.

Me vuelvo al cañaveral
y a la flor de los granados
porque el cemento me oprime
y me muero en el asfalto,
he de emprender el camino
antes que llegue el ocaso.

No intentes volver atrás
o quedarás atrapado
en laberintos de niebla,
en espejismos de espanto.
Ese paraiso verde
que dentro llevas grabado
será la patria lejana
que siempre estarás soñando.

martes, 16 de abril de 2013

POBRE MADRE

                       
                            Pobre madre

Toda su vida                                  
la había basado en él,                       Un día se sintió enfermo
todas sus energías                             y lo fue consumiendo
y cuidados                                         la enfermedad maldita,
se los dedicaba a él,                          pero en todo momento
sólo por él luchaba,                           su madre fue su ángel
sólo por él se movía                          de la guarda
y respiraba                                        que lo siguió cuidando
y en el porvenir de su hijo                 como cuando era niño.
había colgado                                    Una mañana vislumbró
todos sus sueños.                               el final de su camino
                                                           y se sintió
Con el tiempo creció el niño              dominado por el sueño
y fue aprendiendo a volar                  y dijo: madre,
y a distanciarse                                  duérmeme en tus brazos
de la madre;                                       cantándome suave
un día escuchó                                   aquella canción de cuna.
cantos de sirena                                 La madre lo tomó
que lo hipnotizaron                            y lo cubrió de besos
y lo fueron llevando                           hasta que un suave velo
por malos senderos                             cayó sobre sus ojos
hasta engancharse a la heroína           y así se fue quedando
(desbocado caballo,                            dormido para siempre,
enloquecido,                                       sintiendo los latidos
que lo condujo al atolladero               del seno maternal.
de la delincuencia);                   
y llegó a sentir                                     Y la pobre madre
el amargo sabor de los barrotes           quedó sollozando
en la soledad de una celda,                  de ver entre sus brazos 
comenzando un camino                       aquella flor marchita,
de ignominia para él                             la rosa de sus sueños.
y de dolor y desesperación
para su madre.